alistarse, listos...ya!!!!!: 03.08

22.3.08

Acabo de llegar de la casa de mi abuela. Nos invitó a tomar once/té con ella. Todo era normal... nos sentamos en la mesa, comimos como cerdos (ahora me duele la guata), metimos los platos en el lavavajilla y nos fuimos a tirar a su cama (mis hermanas y yo) con la luz apagada. Ahí se nos ocurrió una genial idea: ¡escondernos!. Para que se entienda, mi abuela en su pieza tiene dos camas, la primera, un pasillo, la segunda otro pasillo y la ventana. Las tres corrimos al espacio bajo al ventana, esperamos dos minutos y comenzaron a buscarnos. Mi abuela entra a la pieza, prende la luz, dice "ay, aquí no hay nadie" y se va dejando nuevamente la luz apagada. La risa empezó al segundo mientras escuchabamos los pasos de mi abuelita alejarse al comerdos buscándonos. Después entra mi mamá y dice "a dónde se metieron!?" y se queda viendo unas cosas, entra mi papá al rato y dice "deben estar abajo de la cama", la Maite se ríe descaradamente, pero no se dan cuenta y se van. Escuchamos a mi abuela llamarnos y subir la escalera al no tener respuesta. La señora no quería rendirse. Cuando bajó, abrió la puerta de la entrada -al darnos cuenta de eso la risa era incontrolable- se debe haber asomado al patio, porque después de un momento cerró nuevamente la puerta sin saber donde más buscar. Mis papás ya se tenían que ir a misa y mi mamá dice "quizas salieron a ver las esterllas". Ya no podiamos controlar la risa, cual de todas se sentía más niña en ese momento... cómo ibamos a ir a ver las estellas, más ensima en Santiago. Se estaban llendo y y dijimos "bueno, vamos a despedirnos". Ellos se iban, pero nosotros lo haríamos en un rato más. Cuando nos preguntaron donde estabamos, respondimos que era secreto de estado. Fue extraño, pero muy entertenido hacerlo. Cada vez que escuchabamos unos pasos nos agachabamos tratando de caber en un espacio diminuto, tratando de no reirnos y de escuchar a donde se dirigían esos zapatos.

13.3.08

Viaje al Sur (capítulo VI)

Querían ir al Parque Nacional Queulat donde hay un ventisquero del que habían escuchado. Salieron lo antes que pudieron del patio de la señora en busca de información y medios de transportes. Las horas fueron pasando y pasando. Se instalaron en una cafetería/hospedaje y desde ahí salían grupos a hacer sus averiguaciones. Dos de ellos, Sole y Fran, fueron a la radio de Chiten a ofrecer algo de plata a cambio de llevarlos en un camión o flete hasta allá. Después, Sole nuevamente, pero esta vez acompañada por Sofi, fueron a donde los carabineros, alcalde y donde un señor dueño de un camión que las invitó a almorzar un pescado con papas que el resto de los integrantes envidió enormemente. Finalmente encontraron a un camión que iría hacia allá, pero tenía que descargar antes. Se juntarían a las tres de la tarde en el paradero después del puente y la curva. Fueron hacia allá y comenzó a llover. Todavía tenían tiempo de pensarlo mejor. No sabían como estarían los siguientes días y el ventisquero no se ve cuando está nublado, pero lo más determinante es que no tenían vuelta segura y no podían perder los pasajes del transfer que tenían para Chiloé. Decidieron quedarse y no sabían donde dormir. Fueron donde los carabineros para ver que podían hacer. Terminaron durmiendo en la sala de profesores de una escuela básica, construida hace poco. Tenían mesa grande, sillones, televisión y lo más importante es que no hacía frío ni se mojaban. Ya que estaban ahí querían disfrutarlo y cocinaron comida un poco más decente. Compraron salchichas, cebolla, huevos y tomate y todo eso lo acompañaron con el arroz que llevaban quedando todos llenísimos.

Tenían que hacer algo que supliera, en menor grado, la pérdida del día anterior. Decidieron ir a Las Termas del Amarillo a 30km de Chaitén. Para allá partieron. Al mismo paradero que los protegió de la lluvia varias horas. Al lado de ese paradero había un pequeño cementerio. Esperando, algunas, se fueron a dar una vuelta y mientras estaban en eso fueron llamadas por los compañeros. Tenían suerte. Una camioneta iba para allá y se llevaba todas las mochilas más cuatro personas. Los cinco que quedaban esperaron un buen rato hasta que aparece York. El Alemán que se habían encontrado hace tres días estaba en Chaitén. Les preguntó a donde iban y se llevó a tres hasta las termas. Este señor era una persona atractiva y muy interesante. En el viaje con él se fueron hablando de políticas, educación, mapuches, Alemania, entre muchos otros. Él les decía que encontraba maravilloso haber llegado a estos temas. Al llegar a las termas el Alemán le propone ir al Sur el próximo año y subir con él.

Solo quedaban dos en el paradero y no fue difícil que llegaran a las termas.

Que relajante fue ese baño en aguas termales y en ese barro que terminó con una huida por un sapo muerto que estaba afuera y había entrado a la piscina. Esa noche fue de risas descaradas después de una rica comida (Tallarines con jurel y salsa de tomate).

9.3.08

Viaje al Sur (capítulo V)

Al despertarse seguía lloviendo, pero al pasar de algunas horas comenzó a despejarse y era el momento de partir. Sabían que a esa hora no pasaban autos, porque estaban al comienzo del camino y la barcaza no llegaba hasta las 21.00, pero no querían retrasar más el viaje. Salieron al camino y se separaron en tres grupos. Pasaron tres autos en sentido contrario que después se devolvieron recogiéndolos de a poco según como habían partido. Los dejó al lado del sendero de la laguna tronador. Ahí, esperando juntarse todos, conocieron a un alemán que viajaba con su perro en una Toyota. Él compartió con ellos un poco de su viaje (mostrándoles mapas de las islas chicas de Chiloé, por donde había pasado en su kayak), de su país y su política y de su trabajo en Paraguay como profesor de étnias. Después de ese intercambio de información, muy interesante para todos, se fueron a instalar al próximo camping.


Al llegar ahí, se encontraron con un espacio mínimo, donde sólo cabían cinco carpas y un baño y ese era todo el camping. Cocinaron y se durmieron temprano.


Al día siguiente fueron a subir el sendero para llegar a la laguna tronador. El sendero duraba tres horas, el camino era muy empinado y estaba muy barroso por las lluvias anteriores. Las energías no eran las mismas con las que se habían comenzado el viaje y el cansancio acumulado se hacía notar sin pudor. Llegaron a una laguna linda, después de un camino lindo, pero con una playa de cinco por cuatro metros. Descansaron ahí varias horas y dos de ellos se bañaron. Había que devolverse porque intentarían esa misma tarde llegar a Chaitén. Saliendo del sendero se encontraron con un bus que estaba haciendo un tour a gente de la tercera edad que saldría a Chiatén en unos 45min. Corrieron a desarmar todo y a esperar con fe a que los viejitos y el guía accedieran a llevarlos, porque anteriormente sólo habían hablado con los choferes que les prometieron parar, cuando los vieran, para avisarles la decisión. El bus paró y metieron sus mochilas rápidamente. Subieron y los abuelos los saludaron amablemente. Como el bus iba hasta la mitad ellos se pudieron ir cómodamente sentados en los asientos de más atrás. Al llegar a Chaiten trataron de conseguirse donde dormir y terminaron en el patio de una casa. Armaron la carpa y se fueron a comer. Lo único que querían era comer comida chatarra y en abundancia y así fue. Cada uno pidió una gran porción de lo que más le gustaba en un negocio de comida rápida y compraron coca-cola para todos. Volvieron a la carpa, después de un pequeño paseo por la playa, y se rieron toda la noche con todos sintiendo cosas distintas.

8.3.08

Viaje al Sur (capítulo IV)

En la mañana subieron un sendero corto que los llevó a una cascada increíble, pero de difícil acceso, ya que había comenzado a caer un poco de agua y las piedras estaban resbalosas.

Cuando estaban devueltas en el camping, buscaron techo y fuego en una especie de pérgola con cenizas que habían quedado encendidas de la noche anterior. Lograron encender una fogata con las brasas y con los palos que habían porque todo el resto estaba terriblemente mojado. Se quedaron ahí toda la tarde.


Cocinaron una sopa que repartieron entre todos, secaron la ropa que se les había mojado y jugaron a un juego con dos dados y un vaso. La idea de salir de ese lugar ese mismo día murió. Cuando la lluvia se calmó un poco llegó una canadiense con un chileno a calentarse con el fuego y a conversar. Después de que se fueron aparecieron las hermanas alemanas, que habían conocido en la barcaza, junto a un tipo que les dijo que sus carpas se habían volado. Partieron cuatro a ver que había pasado, arreglaron las carpas y volvieron todas mojadas a secarse al fuego. Se mojaron, levemente, dos sacos y una colchoneta. Cocinaron la comida del día, arroz con carne de soja y salsa de tomate, mientras intercambiaban ideas con las alemanas sobre el viaje que harían. La lluvia paró y el horizonte se veía despejado. La idea de irse al otro día se hacía más posible, pero en la noche no paró de llover con un viento violento que movía la carpa.

7.3.08

Viaje al Sur (capítulo III)

Para el otro día habían decidido ir a una laguna. Empezaron a caminar y ya estaban empezando el segundo tercio cuando un descanso se alargó más de lo normal. Era tarde, tenían hambre y estaban cansadas. Casi no hubo discusión y pensaron en cuál era la idea de sufrir en las caminatas y decidieron irse a una cascada que habían pasado a almorzar y descansar toda la tarde.

En el sexto día en Hornopirén se levantaron a hacer kayak. La marea había bajado considerablemente y para entrar los kayak al mar había que pasar por una arena media fangosa que no dejaba caminar bien y que atrapaba las chalas que llevaban puestas. Era un día de viento y al ponerse a remar eso se notaba enormemente, pero no derribó los ánimos. La “clase” duró alrededor de una hora. Lo pero de todo eso fue ir a guardar los kayak al lugar de información turística, de donde los habían sacado, que quedaba después de una subida desagradable.

Al día siguiente se juntarían por fin con los dos últimos integrantes de la travesía y se irían de ese lugar que las tuvo prisioneras por siete días. Compraron lo que faltaba para cuatro días en los que no tendrían acceso a supermercados y se embarcaron rumbo a Caleta Gonzalo. En la barcaza se toparon con dos hermanas Alemanas con las que sólo cruzaron unas cuantas palabras: “¿eso es Camille?... a mi me gusta”. Eso dijo la mayor de ellas después de unos cantos con armónicas que hacían Fran, Maca y Paz para pasar el rato. Tierra a la vista y se fueron a instalar a las tierras del millonario estado unidense Douglas Tompkins. El increíble paisaje hacía merecedor al incómodo viaje.

6.3.08

Viaje al Sur (capítulo II)

Al día siguiente se fueron de ahí y llegaron a Hornopirén. Un pueblo más grande de lo que imaginaban. Se quedaron en un camping bastante feo. Era el patio de una señora. Al día siguiente se dieron cuenta del segundo gran error del viaje: Los pasajes en trasbordador estaban agotados hasta siete días más y habían pensado en quedarse tres a lo más cuatro días.




El primer día fue de descanso máximo para acumular energías para el día siguiente. El segundo día era el día. Se despertaron con un poco de llovizna, ordenaron las cosas que tenían que llevar en las mochilas (todo lo necesario para dos días) y comenzaron el viaje.

El señor Villegas las llevó hasta donde terminaba el camino, caminaron más o menos una hora y media por prados verdes y con agua por muchas partes, cantando y disfrutando del camino.

Llegaron a un letrero que decía “Parque Hornopirén” junto a una flecha para arriba. Empezaron a subir por unas rocas bastante grandes y muy empinadas durante 1km. Llegaron arriba desarmándose del cansancio y respirando con un dolor en el pecho. Descanso cinco minutos un poco de agua y a seguir caminando. El camino era de 11km en total y llevaban sólo uno. Se encontraban con un señor que las guió un poco hasta que ellas se quedaron atrás. No iban apuradas, por lo que fueron disfrutando el camino y descansando cuando les daba gana.


Se demoraron tres horas en llegar al clásico letrero “Bienvenido al Parque Hornopirén”. Almorzaron y descansaron una hora y a caminar de nuevo.

Después del letrero de bienvenida comenzaron a adentrarse a otro tipo de vegetación. Era un bosque encantado de esos que solo aparecen en cuentos fantásticos, donde en cualquier momento aparecería un duende, un elfo o un hada. Habían alerces gigantes, un tipo de musgo que hacía que todo se viera verde, árboles increíbles que formaban, con sus raíces, un ambiente maravilloso.

Estuvieron dos horas más subiendo y ya querían llegar a la laguna que las esperaba. Al ver la laguna sintieron un alivio inmenso, el paisaje era precioso y sólo querían descansar, pero sabían que se pondría a llover y después de un cigarro se fueron a instalar. Ahí se dieron cuenta del tercer gran error del viaje: ir al sur con una carpa para verano.

Empezaron a armar la carpa y comenzó la lluvia. Metieron todo rápidamente a la carpa y sacaron las cosas para cocinar. Al finalizar la comida se acercan dos hombres y las invitan a una fogata que iban a hacer dos personas que ya llevaban algunos días allá y se quedaron conversando un buen rato. Luego se acercan dos ciclistas que estaban también en el camping.

La noche tuvo un poco de lluvia y una agradable fogata que apaciguaba el frío. El tercer gran error del viaje: la carpa que usarían para 25 días era de verano. Los ciclistas les prestaron un toldo por si acaso. No pudieron dormir mucho. Había un viento muy fuerte que movía el toldo y que hacía un ruido escandaloso.

El plan que tenían era quedarse dos noches, pero el tiempo no mejoraba y seguía lloviendo suave y pensaron que una noche más en esas condiciones o en unas peores no sería agradable. Arreglaron sus cosas y partieron. El camino estaba mojado y con muchas posas, pero a pesar de eso, las bajadas siempre son más rápidas y esta vez sólo se demoraron tres horas. Tuvieron suerte y se consiguieron a un señor que las llevó hasta el camping donde habían dejado la mitad de sus cosas.

5.3.08

Viaje al Sur (capítulo I)

Todas estaban esparcidas, pero tenían en mente hace un año ir al Sur todas juntas. Ponerse de acuerdo siempre cuesta y más si son varias personas. Cada una desde sus extremos hacía algo. Se juntaron algunas con un amigo que tienen en común y que hizo el viaje hace un año, prepararon una ruta y separaron las tareas. Unas se encargaban de ver la comida, otras de comprar los pasajes, ver los materiales como las carpas, lámparas, etc.

Llegó el anhelado 3 de febrero, día que empezaría el viaje. Cada una había hecho sus cosas por separado y cinco de ellas se juntaron en el Terminal un poco antes de para repartir las cosas comunes. El bus salió a las 22.45, el viaje fue largo y no el más cómodo, pero no tenían sueño y las ansias de que empezara eran tantas que no dejaron dormir al resto de los pasajeros por varias horas.


En Puerto Montt se juntaron con dos compañeras más. Se dieron cuenta del primer error del viaje: La comida estaba calculada para quince días y no para los primeros cinco, que eran los que necesitaban para llegar al siguiente pueblo y reabastecerse. Gracias a eso las mochilas de cada una pesaban alrededor de 20 kilos. Como medida de emergencia, separaron la comida para los cinco días y lo que sobraba lo vendieron a precio de desesperación.


Tomaron un bus que las llevó a Lenca y desde allí subieron hasta un camping a 500m antes del Parque Alerce Andino y se encontraron con la octava amiga, que se uniría al viaje más tarde, y con su novio que sería el noveno integrante de la travesía.


Al día siguiente Francisca, Sofía, Soledad, Constanza, Macarena, Teresa y Paz fueron a subir el Alerce Andino. En el camino se encontraron con un alerce milenario, una cascada y dos lagunas. Se demoraron dos horas en llegar a la primera. Sacaron las provisiones de comida que tenían. Puras galletas. Ese era el menú de casi todos los días. Un desayuno contundente de leche con avena y más o menos a las 16.00 un par de galletas para poder sobrevivir hasta la noche donde comían un abundante plato de tallarines, arroz o puré con jurel, atún o carne de soja con crema o salsa de tomate.



Después de recobrar algo de energía empezaron a subir a la laguna triangulo.



Esa era la laguna linda del parque y no querían perdérsela.

Unos tipos que estaban bajando dijeron que les faltaban como tres horas.


Empezaron a subir una escalera muy empinada y el camino no cambió de ángulo en los 4km. A pesar de lo pesado que era el camino ellas iban rápido, pero no hablaban, el cansancio no las dejaba. Querían llegar y meterse al agua. Después de 45 minutos eso fue lo que paso. Las siete corrieron al agua y se maravillaron con el paisaje. La laguna estaba rodeada por dos cerros que formaban un triangulo perfecto con el tercer lado formado por la playa.