Esa caja
Estaba ahí. Ella miraba la cama recordándolo y al lado, en el velador, estaba esa caja. Esa caja que llegó ayer y le produjo su peor noche. Estaba aún sellada. La fue a dejar un señor vestido de negro con un sombrero muy peculiar, grandes botas y muy tapado a pesar de ser verano. Al entregarle la caja, ella supo de inmediato de qué se trataba y empezó a recordar. Recordó todo, de principio a fin, con gran cantidad de detalles, incluso recordando algunas fechas y lugares de hace ya más de 8 años. Sintió ese apretón de guata sin causas muy claras y una mezcla de sensaciones que la hacía sentir todas sus vísceras y no la dejó dormir. Lo intentó todo para lograr entrar en sí nuevamente. Una larga ducha, una música fuerte, ventanas abiertas con un agradable viento que entraba por ellas, pero su abdomen seguí recordándole todo el tiempo que la caja estaba en el velador. En momentos lograba separar esos sentimientos, pero el instinto volvía a mezclarlos y a confundirlos en su cabeza. Lo intentó con otra música, intentó agarrar el libro que tenía en la mitad, pensó en otra ducha, intentó dormir. La cama no era una buena idea, seguí recordándolo y prefirió el suelo. Sólo logro dormitar un par de horas y decidió sentarse en el sillón. Miraba la cama recordándolo y al lado, en el velador, estaba esa caja. Quizás si la abría se aliviaría ese ardor. Se paró y empezó a caminar, cada vez que daba un paso se preguntaba si debía o no hacerlo, pero se convencía al darse cuenta que el dolor iba disminuyendo. Llegó frente a ella y puso sus manos en la parte superior tocando la cinta adhesiva que la sellaba. Aprovechando un lápiz que tenía al lado, rompió la cinta. Eso es lo último que recuerda y le han contado que de eso ya pasaron dos semanas.