Pensar...

Pensar, pensar y seguir pensando. Quizás en las cosas simples y en las no tan simples, pero pensar. Pensar en personas, pensar en situaciones, pensar en el futuro, en los estudios, en lo importante y lo dispensable. Y bailar, bailar sólo teniendo la música en la cabeza y sin tener conciencia de lo que está pasando al lado tuyo. Bailar con ese nerviosismo de no saber qué hará la música esta vez contigo. Leer lo que haz postergado, ver una película sola o acompañada –ambas tienen su atractivo-, mirar a la gente a diarios en los viajes en micro, tirarse en la cama con una música que te pare los pelos, tirarse en la cama sin pensar en nada, tirarse en la cama con una mano haciéndote cariño en la cabeza mientras intentas dormirte. Cocinar. Cocinar para disfrutar sola o acompañada. Y comer, comer esa cantidad justa que satisfaga la necesidad del momento. Caminar, andar en bicicleta en horas de temperatura perfecta. Acampar, escuchar el río, oler la tierra, estar cochina y bañarse en un lago. Calentarse al lado de una fogata. Sentir la noche y ver las estrellas.